Cuando Dios hizo mujer,
ideó lo más sublime,
alguien, que nadie lastime,
¡Ese era su parecer!
Jamás podía saber
que su hechura fuera herida,
y de cruel dolor vestida;
se quedó muy admirado
al mirar en ese estado
¡A su querida hija herida!
Autora Edith Elvira Colqui
Rojas-Perú-Derechos reservados
Hice este poema porque
recordé mi infancia inmensamente feliz viendo los capítulos de Heidi rodeada de
mis tres hermanos en la sala y a veces también acompañada de nuestros padres y
bendigo a Dios por ello y cuánto quisiera que los niños del mundo tuvieran esa
felicidad y paz que yo tuve en mi niñez. Luchemos amigos, para que todos los niños del
mundo sonrían y no lloren por hambre, ni por guerras absurdas (Edith Elvira
Colqui Rojas)
Heidi es una niña que, huérfana desde muy pequeña (y cuyo nombre verdadero es igual al de su madre, Adelheid [Adelaida]), queda al cuidado de su joven tía Dette. Apenas la mujer encuentra una buena oportunidad de trabajo, lleva a la niña a vivir a la aldea de Dörfli (literalmente en el dialecto suizo alemán “pueblito”), en la comuna suiza de Maienfeld con su abuelo, a quien no conocía, y a quien los habitantes llamaban "El Viejo de los Alpes", por ser casi un ermitaño.
Heidi es cautivada por la vida en los Alpes, donde lleva un contacto directo con la naturaleza. Ahí conoce a Pedro, un chico que se encarga de pastorear a las cabras de los aldeanos, quien se convertirá en el mejor amigo de la pequeña y en su compañero de aventuras. Heidi vive feliz, pero alejada de la sociedad, pues su abuelo se niega a que acuda al colegio. La pequeña entabla sin embargo una gran amistad con la abuela y la madre de Pedro.
Un año después de terminada la primera novela, apareció la segunda parte, De nuevo Heidi, que narraba las aventuras de la niña, alejada de las montañas por su tía, quien la había hecho contratar para hacer de damita de compañía de una niña inválida en Alemania, llamada Klara Sesemann. Klara forma parte de una de las familias más importantes de Fráncfort, y sufre una vida de encierro, únicamente acompañada de la servidumbre y de la Señorita Rottenmeier, quien ejerce como su tutora, ya que tanto el padre como la abuela de Klara permanecen poco tiempo en la ciudad por motivos de negocios. El encierro y la rigidez en la educación terminan por deprimir a Heidi, pero crea fuertes lazos de amistad con Klara y su familia. El padre de Klara, consciente de la depresión de Heidi, decide enviarla de regreso a los Alpes suizos.
Heidi cambiaría la vida de la familia de Klara. Poco tiempo después de la partida de su amiga, Klara es enviada a visitarla a los Alpes, donde en medio de los bellos paisajes y rodeada por el cariño del abuelo, de Pedro y de Heidi, consigue caminar, cambiando su vida por completo.