Cuando la envidia campea, lanza sus estocadas por todas partes. Hay que ser diestro al esquivar sus ataques. Pues le agrada oscurecer la luz del otro, porque se ve opacada su estrella. Pero hay que dejarlo que siga con sus intrigas, Pues hay un Dios allá arriba que todo lo ve, y dará a cada cual lo que merece su conducta. El envidiado camina feliz, liberado, El que envidia siempre cargará la mochila de la inquina, no vivirá feliz: Siempre hablando mal del otro, siempre menoscabando al otro, Confabulando en secreto contra él. ¡Pobre! Ya tiene su infierno en su propia conducta, y el drama ontológico en el que vive. Mientras el envidiado feliz en su casa con los suyos comiendo el pan sonríe.
El justo,
el justo siempre brilla.
Autora Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
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