TÚ NO HAS MUERTO PARA MÍ
Cuánta nostalgia
embarga hoy mi corazón, recordando esa aciaga fecha, en que zarpamos de Mexico del viejo muelle de San Blas, en ese
barco, que nos llevaría a la libertad.
¡Sí, huíamos de todos, de las voces de las
gentes, de los prejuicios sociales y viviríamos nuestro amor a plenitud!
Pero no contábamos que el destino
nos tenía preparado su red de tragedia y fatalidad.
Fue ese día de verano de 1985 en el mar del Pacífico, cuando en plena marcha, nuestro barco sufrió desperfectos y nos
obligaron a salir en botes salvavidas de él. Tú tan frágil, no sabías nadar; me
mirabas con espanto yo con mi mirada dulce te quería consolar.
Yo salí entonces, en los primeros botes, junto con los niños, tú te quedaste aguardando esperando tu turno, para salir con
los hombres.
A lo lejos veía tu figura y tus ojos sumidos en melancolía, ¡Amor yo traté de explicarles que no
sabías nadar!, pero no me hicieron caso, pues estaban tan atareados con salvar a
los tripulantes, así que esperé que tú bajaras, fueron largas horas de incertidumbre.
Mi bote se alejaba del barco y de ti, luego ya no te veía y cuando todos hubieron bajado, te busqué con la mirada ansiosa, pero no te encontré, entonces me asoló una corazonada y me llené de terror y espanto mortal. El corazón me latía descontrolado y la cabeza
parecía que me iba estallar. Pregunté a todos por ti, pero nadie me daba razón.
Temí entonces lo peor...
Han pasado varios días desde
que nos rescataron del naufragio, y aún te recuerdo con amor, con desespero y
rabia, ¡sí mucha rabia, con este destino fatal! ¡No debiste quedarte solo, debí
haber hecho más por ti! ¡debí insistir que bajaras conmigo! ¿Qué clase de
persona soy? y me culpo, me culpo por esta fatalidad, que si no hubiera
sucedido, hoy estarías conmigo en esta bella ciudad en dónde planeabamos vivir
nuestro romance, a plenitud y en libertad, pero el destino nos jugó su carta cruel
y me dejó sin tu presencia, arañando el polvo de la soledad, lamiendo solo tristezas.
¿Saben ustedes acaso el dolor que se siente el perder un amor?
¿Puede alguno ponerse en mi pellejo?
¡No, no lo saben, porque no lo viven, no viven lo que a mí me tocó vivir!
No saben cuánto duele, perder un querer.
¡Ay, sientes que te arrancan a pedazos el corazón!
Y ya nada...Nada vuelve a ser igual.
Ahora estoy aquí, a la
orilla de la playa recordándote,
Jhon, ¡Para mí tú no has muerto, ¡no! Te escribiré una carta
en este viejo papel y la meteré en esta botella que dejaron los veraneantes
por aquí. En ella te diré que te amo, que vuelvas que no puedo vivir sin ti. Qué la
vida ya no es vida para mí. ¡Sí, te diré que vuelvas! Yo sé que me
contestarás debes estar por algún lado, allá en el lejano mar.
Ya casi acabo, le
pondré mi nombre completo para que sepas que soy yo. Ay amado, con mucha ilusión, arrojaré esta
botella, con mi carta, al inmenso mar. Y esperaré aquí sentada una noche, dos, tres, noches, no me importa, cuántos días y noches esperaré, para recibir tu respuesta, para que
me digas que estás bien, que todos se equivocaron que estas vivo, que sobreviviste en alta mar...Perdona que llore, perdona que me ponga así. Mi vida, yo siempre te
esperaré, tan fácil, a ti no renunciaré.
Algún día sé que tu rostro volveré a ver...
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas - Perú - Derechos Reservados/Copyright ©