Érase en una remota isla, una bella sirena llamada Estrella, de apariencia muy bella y figura esbelta, con ganas de vivir la vida, pues era una sirena joven.
Un día su madre le dijo que no se aleje de las orillas de la isla, porque podrían venir los marineros cazadores y llevársela, pero nuestra sirena arriesgada hizo caso omiso a la advertencia de su progenitora y se fue a nadar sin ninguna restricción.
Es así que nadaba en la inmensidad del mar a sus anchas, desplegando su larga cola por las aguas y exhibiendo sus hermosos cabellos y silueta, cuando de pronto, vino un marinero viajero que le gustaba pasearse por los mares en busca de aventuras y la observó sigilosamente sin que ella lo viera y con gran habilidad le lanzó sus redes a la pobre sirena, que ya del marinero era su presa
- ¡Ay suéltame marinero, no me lleves presa!- gritaba.
Pero el marinero que ya le había puesto el ojo no dejaría su presa escapar tan fácil, así que la envolvió en la red y al atrajo hacia él. Pero tal sería su sorpresa que al sacarla de la red, se quedó maravillado de su impresionante belleza:
- ¡Pero qué es esto, una sirena de verdad!- decía,
- ¡Yo jamás había conocido una verdadera sirena y tú eres muy bella, tus cabellos son muy hermosos, tu piel parece losa y tus ojos dos ventanas grandotas y tu cola, ¡Ah tu cola es larga sedosa y brillosa!, me quedaré contigo bella sirena.
Pero la sirena estaba asustada y nerviosa y le suplicaba:
-¡Por favor buen marinero devuélveme al mar si pasa mucho tiempo fuera del agua moriré y mi madre al no verme de la pena va enfermar!
A lo que el marinero le replicó:
No mi bella sirena, yo tengo un recipiente grande para ponerte allí con agua y en mi casa tengo una piscina muy amplia allí te quedarás.
-No marinero, ¡suéltame por favor!
Pero el marinero no le hizo caso y así se la llevó a su casa y la metió en su piscina advirtiéndole que si escapaba, se perdería pues estaban lejos de su casa.
- La sirena lloró todo el camino y también en su nuevo hogar lamentándose no haber oído a su madre y suplicaba siempre al marinero que la regrese a su hogar pero él no accedía, así que tuvo que acostumbrase a su nueva casa.
El marinero todos los días le cambiaba el agua de la piscina y la alimentaba con yuyos y peces y la dejaba nadar a sus anchas, pero la sirena luego de nadar siempre estaba triste y descontenta y el marinero que se había enamorado de la sirena le dice: Amada sirena pídeme lo que quieras, menos regresar a casa, y yo te concederé tus deseos. Pero la sirena insistía que ella solo quería regresar a su hogar y lloraba, así que el marinero como la quería tanto, le dijo que la llevaría de regreso y así lo hizo, zarparon con su barco llegando a la isla que la vio nacer y con mucha pena la arrojó al mar y se fue triste, dándole antes un beso en la frente como despedida:
- ¡Sé feliz mi sirena aunque por dejar de verte muera mi alma de la pena!-Le decía.
La Sirena emocionada loca de contenta se zambulló en el mar de su terruño y fue a su hogar en la profundidad del océano.
Su madre la recibió llorando y alegre y ella le contó lo sucedido y volvió a ser feliz con su familia.
Luego que pasó un tiempo, la sirena recordaba todas las atenciones de su marinero y le entraba la nostalgia y siempre, de rato en rato subía a la superficie, se apoyaba en una gran piedra y suspiraba largamente por su marinero.
Marinero que nunca más volvió a ver, pero que se había llevado una parte de su ser.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos Reservados (Prohibida su copia de fondo, forma, parciales o totales de la obra) registrada en safe creative el 26/05/2019