Te sigo los pasos,
humilde galileo,
porque sé que me darás
el divino pan del cielo.
Sigo tus pasos en la arena,
en las aguas, en la tierra;
con mirada serena.
Cuado tengo miedo de hundirme
sé que estarás
para salvarme,
con tu palabra de vida.
Te sigo
como una mansa cordera,
¡Oh, maestro divino!
Cuando la sombra me cubra
otórgame piel de fortaleza,
fe madura,
esperanza ciega.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
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