Otoño con sus mantos amarillos
llega tan melancólico y sin gana,
canta su triste son en mi ventana,
en la profundidad de mis pasillos.
Borda la soledad en sus ovillos,
hace ver la alegría tan lejana,
lo mejor de la vida cotidiana
en lúgubre tristeza de chiquillos.
Caen las hojas secas como plumas,
y cuando el sol se oculta nos anima
ver los bellos ocasos de colores.
Con tu tristeza otoño nos perfumas,
nos refrescas en aires de tu clima;
tus panoramas son encantadores.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos Reservados
MELANCOLÍA Y BELLEZA EN OTOÑO
Llega, como es costumbre, melancólico
el otoño, llevándose la hoja
que cae de los árboles, ya roja,
al suelo por la fuerza de un eólico
motor, como es el viento, que hiperbólico
se lanza con tal ímpetu y la arroja
muy lejos de su rama. La despoja
y al alma hace llorar, por lo simbólico.
En contraposición, hay tal belleza
en los atardeceres en el cielo
cuando el sol con las nubes se combina,
que olvidamos los signos de tristeza
y nos puede, con mucho, el gran anhelo
de gustar tal manjar, porque alucina.
El sol, tras la colina
corre en pos de la luna hacia poniente,
en el rol de su eterno pretendiente.
SE PRESENTÓ EL OTOÑO.
Otoño, el melancólico, ha llegado
y con él muchas de las noches frías,
como fríos también algunos días
según nos ha hecho ver en el pasado.
Muchos de entre ellos voy a estar sentado
leyendo, más que nada poesías,
que pueden ser ajenas o ser mías
y sobre todo, las que me han gustado.
Las hojas caen cuando sopla el viento
y dejan a los árboles desnudos,
al tiempo que se oye su lamento
entre las ramas, con los muy agudos
sonidos que semejan sufrimiento
al haberles quitado sus escudos.
LA CAÍDA DE LA HOJA EN OTOÑO.
Las hojas de verano y primavera
en árboles caducos caen al suelo
y las ramas encuentran el consuelo
en las que han de llegar tras larga espera.
Entre ellas álamo, nogal, morera,
peral, acacia, plátano, ciruelo,
membrillo, haya, abedul, arce, majuelo
castaño, kaki, flamboyán e higuera.
Los fríos del invierno no resisten
quedándose invernando varios meses,
pero la savia en sus raíces guardan
y cuando pasa tal rigor insisten
y pensando en sus propios intereses,
vestir de nuevo con paciencia aguardan.
LA TRISTEZA DEL OTOÑO
El otoño me apena y enternece
e incluso me sucede que algún día
me llena de sin par melancolía,
hasta el punto de ver cómo me crece
la gana de escribir y se ensombrece
lo que voy a poner. Yo bien querría
decir cosas alegres. Tal poesía
saliéndome nomás, se me entristece.
Me quisiera invernar como los osos
y evitarme los días otoñales
que nos llegan tan tristes y lluviosos
y más tarde los fríos invernales,
hasta aquéllos que llegan luminosos
y floridos, por ser primaverales.
LLEGÓ EL OTOÑO
Otoño es la estación de la tristeza,
la lluvia golpetea en la ventana
y hay días que te quedas con la gana
de no dejar la cama. Tu cabeza
la sientes como ida y da pereza
comenzar el quehacer de la mañana,
pues tu fuerza se encuentra muy rayana
con el tedio, la abulia y la tibieza.
Los árboles se van ya desnudando,
sus hojas lentamente caen al suelo,
las aves emigrantes van volando
haciendo filigranas en el cielo
y en la calle los niños chapoteando,
convertida muy pronto en riachuelo.
OTOÑO Y SUS COLORES
Otoño, gran venero de cocteles
de colores. La fruta ya madura
desprendemos del árbol, que procura
vestir en otro tono y que pinceles
de genios en el arte que es de Apeles
le pintan con su nueva vestidura
fielmente y es que vieron la hermosura
en el más natural de los paneles.
Son colores que van del gris al rojo,
amarillo, tabaco, anaranjado
y que son una fiesta para el ojo
que contempla con gesto anonadado
y ya lo sentirá como un antojo
para siempre, pues tanto le ha calado.
LA PLAYA EN SEPTIEMBRE (continuo)
Ya la playa se ve casi vacía,
que el otoño ha menguado los calores,
acabando por tanto los rigores
que este año el verano nos traía.
Quedan recalcitrantes todavía
que por no ser bastante previsores,
pues llegaron muy tarde, sus colores
no cambian como alguno preveía.
Parece más bonita todavía
que en el propio verano y no son flores
echadas al tuntún, aunque a Gandía
lo hiciera sin dudar de mil amores,
que es pura realidad. Aunque no es mía,
pienso que es la mejor de las mejores.
EL ÁRBOL DE LA PRADERA
El árbol que se encuentra en la pradera,
durante la caída de la hoja
desnudo queda, al desprender seroja
y vive entristecido y a la espera
de que llegue feliz la primavera
y hasta entonces se llena de congoja,
cuando viene el otoño y le despoja
de ese verde follaje que tuviera.
Conserva de los pájaros sus nidos
donde algunos nacieran en verano,
mas se fueron, pues eran emigrantes
y ahora echará de menos esos ruidos
que comenzaban a sonar temprano,
cuando el alba, en un antes y con antes.
ABATIMIENTO
Hojas muertas mece el viento,
desnudas ramas el rocío moja
y una nube en poniente, azul y roja,
vela el sueño letal y lento
de un árbol triste que en otra hora
vivió su alegría en verde matiz,
oyó su canción al jilguero feliz
y vio al sol naciente reír en la aurora.
Espíritu que declinas
y avanzas a pasos agigantados
por la senda de aquellos que, ya ignorados,
van sólo encontrando espinas;
conociste tiempos felices que, ya lejanos,
se apartan a las brumas de lo insondable
y hoy, inerme y resignado, bajas las manos,
porque cogerlos es sueño irrealizable.
Y REACCION
¿Hojas muertas? ¡Qué patraña!
¿Árbol mustio? ¡ Qué mentira!
Vuelve en primavera y mira;
compadezco al que se engaña.
¿Tiempos pasados?, ¡ No los recuerdes!
¿Quieres ser joven?, ¡ Mira adelante!,
que si lo haces atrás, el camino lo pierdes
y no llegarás a tu meta triunfante.
LA LLUVIA DE OTOÑO
Era la lluvia serena
y las canales lloraban
igual que la Magdalena
y en el suelo rebotaban
las gotas en las baldosas
con un monótono ruido
y se elevaban briosas
dibujando un estampido.
Los pájaros acudían
desde todos los senderos
y prontamente metían
su cuerpo en los agujeros
donde tenían el nido,
buscando un lugar seguro
por haber allí nacido,
en el tejado o el muro.
Olía a tierra mojada,
respirar era delicia
y también una gozada
esa brisa que acaricia.
A lo lejos, las ovejas
balaban con mansedumbre
y por chimeneas viejas
salen humos de la lumbre.
Las gentes van caminando
rápidas a sus quehaceres
y se paran, platicando,
sobre todo las mujeres,
pero no por mucho tiempo,
porque la lluvia es constante
como siempre en entretiempo
y hay que seguir adelante.
Se ve a la gente feliz,
que la lluvia beneficia
a todos sin un matiz,
pues sólo bueno propicia.
Saliendo de las escuelas
los niños salen cantando,
obviando las pasarelas
y acaban chapoteando.
EL OTOÑO
A aquel tan verde retoño
que nació en la primavera
pronto la muerte le espera,
pues ya estamos en otoño
y las savias se adormecen
en los de caducas hojas;
ya no son verdes, son rojas
hasta que luego fenecen.
Antes se recoge el fruto
que se estuvo sazonando
largo tiempo y ahora es cuando
los árboles dan tributo.
Al otoño se tenía
como la estación lluviosa,
mas, por desgracia, otra cosa
se puede decir hoy día,
que las lluvias ya no vienen
con la misma asiduidad,
así que necesidad
nuestros campos ahora tienen.
Ya comienzan a caer
las hojas a borbotones
y por todos los rincones
montones se pueden ver.
Llegan los primeros fríos
y en las tardes otoñales
suelen ser habituales
los incómodos resfríos.
Si miras hacia el oeste
cuando ya se va la tarde
verás un sol que hace alarde
de ser rey de lo celeste.
Como con frío peligran,
muchísimas de las aves
abandonan sus enclaves
y a las calores emigran.
El otoño a la agonía
todo el mundo lo encadena
y es que en él da tanta pena
que quizá lo merecía.
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