Érase una mujer muy bella que vivía en la ciudad de Londres que vestía un traje hermoso y que todos los hombres codiciaban,
por su contorneada figura, de piel muy blanca y fina, pero que nunca dejaba ver su rostro, el que tapaba con un velo desde los labios hasta la quijada. Muchos hombres la enamoraban e iban a su casa muy prendidos de sus encantos pero misteriosamente desaparecían y nadie sabía por qué. Un día unos hombres apostaron ir a su casa enamorarla y averiguar que sucedía en su casa, pero solo uno podía ir, a sí que apostaron y ganó el hombre rubio alto, de barbas largas, llamado Jacob Smith.
Que fue a buscarla, la enredó en sus palabaras cautivadoiras y ella le dejó entrar a su casa.
Allí le ofrece un trago, pero el hombre tenía tanta curiosidad de ver su rostro que al acercársele la mujer para darle el trago, rápidamente le quita el velo de la cara, pero tal sería su sorpresa, al ver que esa parte estaba hueca, y se veía el hueso maxilar expuesto al aire y el hombre se asustó tanto que quiso huír. Ya había llegado a la puerta, cuando la mujer de modo fantástico estira sus cabellos largos y con ellos lo ahorcó, en minutos y quedó amoratado y la mujer sarcásticamente se reía y decía:
- Ja, ja, ja, eso te pasa por espiar mi rostro, hombre necio, ahora servirás para prepararme un caldo de huesos ja, ja, ja.
Y así termina la espeluznante historia de esta mujer que en apariencia era muy bella a los ojos de los hombres incautos que enamorados la seguían, y que hizo desparecer como cincuenta hombres curiosos de la hermosa ciudad de Londres, sin que sus familiares hallen sus cuerpos por ningún lado.
Autora Edith Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
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