Aunque rayos, me partan en mil pedazos,
aunque terremotos quieran destruir mis trazos,
yo nunca, te voy anegar.
Aunque las lenguas incidiosas me persigan,
por seguirte, mi buen Jesús:
Yo nunca, nunca, te voy a negar.
Aunque calumnien mi nombre, como malo,
aunque aves negras, me quieran cercenar el alma.
Yo nunca, te voy a negar.
Fuiste tú quién curó mis heridas,
quien dio luz a mi vida vacía,
mi fiel consolador.
Fuíste faro que iluminó, mis noches tenebrosas,
que se batió a duelo con la muerte,
por mí.
Alla én la cruz deshonrrosa,
allá en la soledad más profunda,
allá sólo estabas tú,
velando mis caminos.
Por eso de tu mano no me suelto,
quiero seguirte a venda ciega,
pues sé que en tu regazo,
jamás tendré desazón.
El mundo, el mundo solo me dio agriedad,
y tú, felicidad, alegría, hartazgo, hasta la saciedad.
Un día se acabará este mundo,
se acabará la fama, el dinero, el poder, la juventud,
con el toque de la trompeta de la muerte,
y entonces seré recompensada,
y muchos me darán la razón,
que no hay mejor anclaje,
que tus huellas,
para sembrar simiente,
para la otra vida...
Autora Edith Elvira Colqui Rojas- Perú-D.R.A.
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