Después de la lluvia
sale un sol
más nítido, más radiante que nunca,
porque se ha lavado el alma en el crisol.
Sale reluciendo su cuerpo dorado
más fuerte y robusto que ayer.
Ya no se inquieta
por migajas,
vive la vida a paraguas abierto
con desenfadados cabellos,
pisando con pies de plomo cada grada.
Cuidando sus delicadas hojas,
bendiciendo
el nuevo día,
disfrutando sus pétalos amables,
enfrentando sus rocas y sus baches
con paz de ángel.
Ahora, la lluvia no pesa,
el sol permanece intacto,
resiliente.
Edith Elvira Colqui Rojas-Perú -Derechos reservados
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