Oh, mi Cristo llagado,
¡Cuántas penas tú has
soportado,
en tus manos, pies y costado!
¡Nuestros pecados, tú has
cargado!
Oh, mi Cristo llagado
de tus heridas hoy he bebido,
¡Y cuánta nostalgia he
sentido!
¡Oh, sublime esencia del
bien!
Quiero ser pétalo que tu
dolor mitigue;
manto blanco que tu pena
abrigue.
Oh, tez de infinita
ternura,
quiero ser en tus manos
blanca espuma
¡No velar con mis pecados, tu
dulzura!
¿Quién no se conmueve,
con tus espinas, con tu
llanto y tu suplicio?
¿Qué ojos no se espantan ante
tanto dolor?
Descansa olivo verde,
desahuciado,
descansa manso cordero,
inmolado en puro fuego.
Autora: Edith Elvira Colqui
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