NUESTRA ARDILLA TITI (Prosa)
La trajeron de la selva, se
había salvado del terrible incendio del Amazonas, pero había quedado huérfana,
como un hombre sin techo y sin alma.
Mi madre era veterinaria y
sabía cómo cuidarla.
La pobre estaba con hambre y
con frío, era un pequeño ser frágil, necesitado de protección y cuidado y nosotros en casa estábamos felices de
dárselo.
Con una jeringa todas las
mañanas mi madre le daba leche que succionaba con mucha avaricia, pues hacía
muchos días que no había comido nada. ¡Era tan tierna!, parecía un bebé de
pecho, siempre buscando abrigo y leche.
Le hicimos su cama en una
caja donde pusimos telas suaves y de vez en cuando entre los brazos la
abrigábamos para que mantuviera la temperatura adecuada que las bebés ardillas
necesitaban.
Me gustaba como mi madre le
daba de beber en la jeringa, no solo leche, si no también agua, para que no se
deshidrate
- Los líquidos tiene que
estar tibios para que pueda digerir-decía mi madre.
Titi, que así le habíamos
puesto de nombre; necesitaba alimentarse cada tres horas. Le dábamos leche y
yogur natural y ella luego se dormía tiernamente en su cajita de cartón. Era
nuestra bebé de casa, nuestra engreída.
Titi nos hacía trabajar duro,
pero nos compartíamos su cuidado entre mi madre, yo, y mi hermano Juan.
La queríamos mucho y poco a
poco comenzó a crecer y además de leche ya le podíamos dar: frutas secas,
brócoli, verduras verdes, higos y kiwi, que la hicieron una ardilla grande y
robusta y con la que jugábamos mi hermano y yo en nuestro jardín de la casa,
que era muy grande.
Allí le hicimos su casa y su
lugar de alimentación donde le dábamos todo lo que mi madre nos indicaba:
-Debe tener una alimentación
balanceada y parecida a la que tenía en libertad, muchas verduras y las
frutas no exceso pues les da diarrea y pueden morir-Decía mi madre. Y nosotros
le hacíamos caso, pues queríamos a Titi y nos habíamos acostumbrado a ella.
Un día mi madre dijo que en
algún momento debía volver a su hábitat natural, nosotros nos pusimos muy
tristes, pero sabíamos que era lo mejor para ella, así que cuando se hizo
adulta y ya podía defenderse sola, fuimos a un zoológico cercano, especialista
en cuidado de estos animales y con un espacio lo suficientemente amplio y que
reproducía lo más parecido a su hábitat natural, y con mucha pena la dejamos.
Titi que era un animal de
bosque, pero se había acostumbrado a nosotros a pesar que las ardillas
son asustadizas y temen a los humanos.
Se veía en sus ojitos algo de
tristeza y nosotros también sentimos mucha nostalgia al dejarla, pero sabíamos
que estaría bien cuidada allí. Además mamá nos dijo que cuando
quisiéramos podríamos venir a visitarla, y así lo hicimos.
Un día luego de tres años,
nos dijeron que por la edad ya se había muerto. Lloramos mucho su partida pero
siempre recordamos a aquella ardilla indefensa que salvamos de morir y que cuidamos como un miembro más de la familia.
Ahora he visto en las
noticias que por los huracanes muchas Ardillas han quedado huérfanas, bueno te
digo amigo lector, si una ardilla bebé se acerca a tu casa, no el tengas miedo,
préstale ayuda. Dale los cuidados necesarios y si no puedes, llévala aun veterinario
que te indicará cómo hacer para salvarle la vida. Ellos cumplen un rol en el
ecosistema, salvémosle la vida
y nos sentiremos
felices de salvar una especie en el planeta.
Autora: Edith Elvira Colqui
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