Voló la sonrisa de mi rostro,
se fue en su carroza fúnebre
galopando presurosa.
En sus aguas
brota el sabor amargo
de la melancolía.
Sus cabellos se mojaron
porque sus ventanas opacas
lloran.
Cuánta nostalgia de hielo
frío
penetra mis tuétanos,
en esta noche silenciosa
con cara de asno.
Acribillada muere la
esperanza;
gime en su banca solitaria.
¿Quién me trajo a esta penumbra
sin fondo?
¡Para qué tanto llanto
rodando!
El sabor de la alegría
es alimento escaso por aquí.
Pues,
se relame y relame constantemente
el pastel del infortunio
con sus cuchillos agudos de
tormento.
Autora: Edith Elvira Colqui
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