Venganza (relato)
Decidí nunca más verlo, esta vez fue demasiado, a pesar, que le di varias oportunidades para cambiar, otra vez me engañó.
Fui al departamento, cogí mi ropa, mis útiles personales, mis maquillajes y zapatos y los envolví como pude y me fui.
En la tarde el teléfono de mi celular sonaba a cada instante, era Julio, lo presentía, por eso no contesté, y ante tanta insistencia opté por apagarlo.
En mi casa mi madre estaba preocupada, pues, no había comido nada en todo el día
_ Isabela, debes comer, te vas a enfermar hijita, ese patán no vale la pena, no vale ninguna de tus lágrimas, mira te he preparado tu comida favorita, anda aunque sea dos bocados, ¿sí?
Al ver a mi madre tan preocupada acepté que me diera en la boca tres cucharadas de lomo saltado, pero no más.
Fui a mi habitación que me parecía ahora tan solitaria y lúgubre, me recosté en mi cama y miraba al techo pensando que iba a hacer. Perdonarlo ni pensarlo, olvidarlo sí, pero habían sido tantos años juntos que me dolía demasiado, opté por llorar largo rato, pero en mi mente ya se cocinaba el caldero de la venganza, me limpié las lágrimas y comencé a elaborar mi plan y en unos minutos me quedé dormida porque estaba agotada de tanto llorar.
Al día siguiente fui a mi trabajo donde también laboraba él, llegué temprano para no verlo, pues, mi oficina estaba al fondo y me puse a escribir en mi computadora. Luego de unos minutos llegó el hombre que me ayudaría en mi venganza, Ricardo Salinas, un empleado que siempre me había pretendido, no obstante, yo lo había rechazado varias veces.
Llegó a la oficina, me saludó como siempre y yo lo abordé coquetamente diciendo, hola amigo, ¿cómo estas?, pero no te vayas tan rápido pues, te tengo una propuesta para esta noche, él me miro medio sorprendido y antes que diga alguna palabra le dije, ¿Qué no quieres salir con una vieja amiga?, a lo que él me respondió nervioso, no, digo sí claro, dime a qué hora y dónde. Yo le dije en el restaurante Brisas a las ocho de la noche y él muy contento me dijo:
_ Por supuesto que sí, allí nos vemos.
A la cena traté de ir muy bella y él estaba muy guapo también con su terno gris y una encantadora corbata azul.
Ambos estábamos muy nerviosos, pero yo rompí el hielo diciéndole, has venido muy guapo Ricardo y él se sonrojó y me dijo: tú también Isabela.
Durante la cena conversamos de todo, de nuestra niñez, nuestros sueños y proyectos, ambos teníamos buena química y al terminar la cena le dije, mira querido amigo, yo te estimo mucho, pero te he invitado a esta cena porque quiero pedirte un favor, quiero que me ayudes a vengarme de mi novio, pues resulta que nuevamente me ha engañado y quiero darle de su propia medicina, ayúdame por favor.
En un principio Ricardo no quiso ayudarme, pero como siempre, había estado enamorado de mí, aceptó, pero con la condición de que para demostrar a mi novio que él realmente era mi pareja, los besos que nos íbamos a darnos deberían de ser reales y yo no tuve otro camino y acepté.
Habíamos acordado que Luis nos debería ver en la oficina bien acaramelados, y efectivamente, cuando Luis llegó, Ricardo me tomó de la mano y me susurraba en el oído palabras de amor. Ricardo, al vernos se puso muy furioso, se acercó y, sin decir una palabra, le dio un puñetazo a Ricardo y este cayó al suelo. Yo fui a recogerlo ante la mirada de todos los compañeros de la oficina y muy enfadada le dije:
¿Por qué golpeas a mi novio?, eres un abusivo
y él me dijo,
_¡Qué dices!, ¿qué es tu novio?, ¡qué rápido me cambiaste, ¡eres muy rápida, eh!
Yo me sentí muy ofendida y no dudé en propinarle una sonora cachetada que le dejó la cara roja y muy molesto optó por irse.
Levanté a Ricardo del piso y medio desmayado me dijo: ¿Qué pasó?
Yo le expliqué que Luis le había dado un puñetazo porque se había puesto muy celoso al vernos y le escuché balbucear, ¡me las va a pagar ese granuja!
El jefe se había enterado de todo este rollo y nos mandó llamar a los tres y nos sancionó por traer problemas personales a la oficina.
Cumpliríamos tres días fuera de la oficina, los tres, tiempo, que claro, yo aprovecharía para completar mi dulce venganza.
Continuará...
Autora Edith Elvira
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