Yo era una flor triste, hueca y vacía
y vino el señor
con su mano amiga
a llenar mi sol.
Caminaba por cuerdas flojas,
no oía la voz de Dios,
hasta que el torrente me llegó
y grité a voz en cuello:
¡Cordero blanco sálvame, por favor!
Y llegó con sus orlas de perdón,
no me pidió nada,
solo su amor me cambió.
Hoy camino
por su vía sacra,
y aunque todavía hay mucho hierro que limar,
en su misericordia confío,
él no me va a abandonar.
En sus caminos
no todo es rosa,
hay espinas, baches, vías dolorosas,
pero él siempre acompaña,
y en el huracán,
se tiñe de gloria
con cada gris situación.
Le pido ser su fiel seguidora,
aun en la dura prueba
ser su soldado mejor.
¡Ayúdame, Dios mío!
Mujer frágil soy,
dame tu espíritu, dame tu valor,
de tu jardín de discípulos
quiero ser tu más bella flor.
Autora Edith Elvira Colqui Rojas Perú Derechos reservados
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