Humildad, flor preciada,
crisantemo de paz,
enamoran tus pétalos blancos a los hombres,
Humildad, dama prudente,
quisiera beber de tus plumajes,
sentarme en tus abanicos,
descubrir el secreto arcano
donde guardas tus preciadas joyas,
para encaminar
mis pasos por sabio sendero.
Señor, rey supremo de la humildad,
dame los jazmines de esta flor,
para saber quién soy,
qué límites tienen mis marejadas.
¡Salve, santa humildad!
En tus jardines, mucha paz
y naranjas de alegría crecen.
El señor Jesús es el oro de la humildad,
a él debemos imitar.
Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-derechos reservados
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