YO TE INVOCO
Yo te invoco, hombre de papel,
a respetar mis sensibles pétalos,
a valorar mis rosas emprendedoras,
a no mancillar mis inocentes tallos,
a quererme y mimarme,
a no desgarrar la seda de mi piel lozana
ni apagar el sol que ilumina mi alma.
Invoco a la humanidad
a reconocer mi valía,
en el hogar y en el trabajo,
a defender mis derechos,
a no arrojar al viento mis reclamos,
a creerme cuando digo que me han golpeado.
Tengo derecho a un trato y sueldo igualitario,
¡Reconozcan mi sacrificio diario!
Invoco a los padres
a forjar hijos que sepan honrar a la mujer.
Invoco a los jóvenes
a ceder su asiento a la mujer embarazada,
a respetar las canas de las ancianas.
Invoco a los maestros
a sembrar en la nueva generación
la verdad de nuestra esencia,
a enseñar que no se arrancan las hojas femeninas,
que al quebrar la rosa, el jardín del hogar se entristece.
Invoco a los jueces,
leyes más severas
para los que nos deshojan.
Me invoco a mí misma
a amarme, a valorarme,
a hacerme respetar.
Invoco no solo al hombre y la sociedad,
sino al viento, al tiempo, a la historia misma,
para que no olviden,
para que escuchen nuestras ingentes voces.
No somos sombras ni voces silenciadas,
somos raíces firmes en la tierra,
somos luz, somos historia;
somos vida que engendra muchas vidas.
Yo te invoco, hombre de papel,
a respetar mis sensibles pétalos,
a valorar mis rosas emprendedoras,
a no mancillar mis inocentes tallos,
a quererme y mimarme,
a no desgarrar la seda de mi piel lozana
ni apagar el sol que ilumina mi alma.
Invoco a la humanidad
a reconocer mi valía,
en el hogar y en el trabajo,
a defender mis derechos,
a no arrojar al viento mis reclamos,
a creerme cuando digo que me han golpeado.
Tengo derecho a un trato y sueldo igualitario,
¡Reconozcan mi sacrificio diario!
Invoco a los padres
a forjar hijos que sepan honrar a la mujer.
Invoco a los jóvenes
a ceder su asiento a la mujer embarazada,
a respetar las canas de las ancianas.
Invoco a los maestros
a sembrar en la nueva generación
la verdad de nuestra esencia,
a enseñar que no se arrancan las hojas femeninas,
que al quebrar la rosa, el jardín del hogar se entristece.
Invoco a los jueces,
leyes más severas
para los que nos deshojan.
Me invoco a mí misma
a amarme, a valorarme,
a hacerme respetar.
Invoco no solo al hombre y la sociedad,
sino al viento, al tiempo, a la historia misma,
para que no olviden,
para que escuchen nuestras ingentes voces.
No somos sombras ni voces silenciadas,
somos raíces firmes en la tierra,
somos luz, somos historia;
somos vida que engendra muchas vidas.

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