LA HISTORIA DE FABIO
Había sufrido mucho en esta vida,
su esposa murió en un accidente de tránsito y sus hijos al verlo viejo y
enfermo lo abandonaron. Triste se vislumbraba el destino de Fabio, pero para fortalecerse en su lucha por la vida,
iba todas las tardes a la iglesia a rezar:
- ¿Por qué señor si siempre fui un
hombre bueno, me suceden estas cosas?, No entiendo tus designios y quisiera
echarlo todo por la borda, dejar este mundo lleno de sinsabores para mí. Mi
esposa a la que tanto amaba ya no está. Mis hijos a los que di todo, me han
abandonado. Soy ahora solo un saco roto desahuciado, enfermo y sin ganas de
seguir.
Y así luego de descargar su
desconsuelo en la iglesia todas las tardes, se dedicaba a recoger botellas,
cartones y fierros y luego los vendía y con esto subsistía pero un día que iba
acompañado con su perro Negro, un auto que pasaba muy veloz, le cogió una de sus
piernas. La gente que estaba por allí lo ayudó y lo llevó al hospital de
modo que él fue allí inconsciente, hasta que despertó sorprendido en el
hospital y dijo:
-¿Pero qué pasó aquí?, ¿qué hago
acá?, ¿señorita enfermera qué me pasó?, ¿Por qué me han traído aquí?
La enfermera le contestó:
-Tranquilo señor, usted ha tenido
un accidente, unas personas buenas lo han traído aquí para salvarle la vida,
pues el auto que le arrolló le ha cogido la pierna derecha pero ahorita usted
no siente nada porque le hemos aplicado unos calmantes en la vena. Los doctores
dicen que lo mejor será amputársela para que la infección no avance y Fabio asustado,
desesperado y molesto le dijo:
-¡Pero cómo que me cortarán la
pierna!, ¡no señorita no pueden hacer eso, yo no tengo quien vele por mí y sin
una pierna cómo trabajaré?
Y la enfermera lo calmaba
diciéndole:
-Tranquilo señor, es lo mejor para
salvarle la vida.
Pero Fabio estaba desesperado, no
quería perder su pierna derecha y lloraba se lamentaba por este destino tan
duro que le había tocado vivir, pero estaba débil por la sangre que estaba
perdiendo, así que agotado se quedó dormido y en sus sueños vio que una mano
salía de unas nubes y una voz celestial le decía.
- ¡Fabio, ven¡ Fabio ven conmigo!
Y Fabio muy sorprendido le decía:
-¿Quién eres tú?
Y la misma voz le dijo:
-Soy el Dios del cielo Fabio. He
venido a llevarte a un lugar donde descansarás de todos tus males.
Y Fabio muy conmovido dijo:
-Madre santa el mismo Dios me
extiende su mano para llevarme al cielo. No lo puedo creer. ¡Al fin descansaré
de tantas penas que me ha dado esta vida!
Y la mano gigante que salía de las
nubes le decía:
-Apúrate Fabio ven coge mis manos
que el tiempo ya nos gana. Hoy es el día en que verás la gloria divina. Irás el
cielo y hasta verás el rostro de tu amada esposa.
Al escuchar que iba a ver a su
mujer Fabio se llenó de inmensa alegría, pues siempre había sido su anhelo
volver a ver a su esposa a la que extrañaba
muchísimo.
La mano entonces le cogió de la
cintura y en pocos minutos desapareció con Fabio entre las nubes del cielo.
Este era el preciso momento en que
Fabio en el hospital había tenido una complicación en la operación de la pierna
que los médicos le estaban realizando sedado. Un paro cardíaco le había
sorprendido y había dejado de existir.
Autora: Edith Elvira Colqui
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