Con la misma
intensidad que una madre ama a su hijo,
con la misma esperanza de un corazón desolado,
añoro tu presencia, ¡Mi dulce ruiseñor!
con la misma esperanza de un corazón desolado,
añoro tu presencia, ¡Mi dulce ruiseñor!
Todavía se dibujan tus sonrisas, tus ocurrencias de miel,
Aquí en la
verde campiña,
en los frescos vientos, en este pueblito de antaño que vio nuestro amor nacer.
Todavía huelen los perfumes de tu amor en estos huertos de naranjo,
todavía toco tu piel, en estos suaves manzanos.
Tus recuerdos
en los frescos vientos, en este pueblito de antaño que vio nuestro amor nacer.
Todavía huelen los perfumes de tu amor en estos huertos de naranjo,
todavía toco tu piel, en estos suaves manzanos.
Tus recuerdos
juegan conmigo, vienen, los atrapo, se van...
El horizonte ahora es claro,
pero no tiene las luces de tu voz;
sólo clarea, pero no brilla.
Aquí en la campiña
la vida continúa siempre igual,
nace y muere cada día,
pero en su ciclo, siempre está tu nombre, lejano, fugaz,
y yo, sentada junto a este álamo, deshojado y triste como yo;
me fundo, en el nostálgico correr monótono de los riachuelos cercanos.
Atardece, atardece
y con la tarde caen mis sueños y la esperanza,
de que algún día regreses,
a estos campos, a estas flores, a estos vientos;
El horizonte ahora es claro,
pero no tiene las luces de tu voz;
sólo clarea, pero no brilla.
Aquí en la campiña
la vida continúa siempre igual,
nace y muere cada día,
pero en su ciclo, siempre está tu nombre, lejano, fugaz,
y yo, sentada junto a este álamo, deshojado y triste como yo;
me fundo, en el nostálgico correr monótono de los riachuelos cercanos.
Atardece, atardece
y con la tarde caen mis sueños y la esperanza,
de que algún día regreses,
a estos campos, a estas flores, a estos vientos;
a este mi pobre
corazón.
*Autora: Edith Elvira
Colqui Rojas – Perú- derechos reservados
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