Siempre te veía
pedir limosna,
con tu cara clásica de dolor y hambre,
en la puerta de la iglesia de San Juan.
Recuerdo a mi madre,
entregándote las monedas de la caridad.
Pero aquella tarde gris,
ya no te vi.
Pregunté por ti
y me dijeron que habías muerto,
¡Oh, mi amigo, mi pobre vagabundo!
Pasaron los años
ya casi te había olvidado.
Pero ayer te vi.
Y en mis sueños de sombras grises,
estabas igualito a cómo te fuiste,
¡Cuánta nostalgia de pájaros negros, se apoderó de mí!
Y de mis ojos se derramaron,
sentidas lágrimas de sal.
Te vi,
con tus ojos ansiosos de siempre,
tus ropas raídas y tu barba crecida.
Con tu interminable taza de limosnas
y tu desaliñado perro guardián.
¡Mi pobre mendigo de la calle San Juan!
Hubiese querido no ser niña,
hubiese querido darte yo, muchas monedas,
pero la vida es así.
Solo me conformo con soñarte
y verte entre mis sueños,
descansando,
de tu trajín diario de hambre y soledad.
Aquí en la tierra sufriste mucho.
Allá en el cielo, sonrisas de avellanas te lloverán...
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados/ safe creative/15/04/2018
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados/ safe creative/15/04/2018
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