Recuerdo mi primera comunión,
llena de fe y emoción,
saltándome de dicha el corazón
al recibir a Jesús el redentor.
Mis vestidos albos como palomas,
mi sien adornada en corona de flores blancas,
mis hermanos y padres
contentos en la casa;
yo sumergida en copas de gozo,
tomando mi rosario y mi devocionario
camino al altar.
¡Qué dicha singular,
dejar el pecado atrás!
Ser un hijo de Dios.
Se acercó el sacerdote
a ofrecerme la santa comunión.
Yo reverente niña
con la manos juntas rezaba una oración.
Y cuando la ostia llegaba a mi boca,
sentía un cielo de dicha y predilección.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos Reservados