Cargo la llave de la inconsciencia,
de un mundo dividido por el brillo del oro,
y que perdió humanidad en el ansia de tener y poseer bienes.
Arrastro esa llave,
que me liberaría de todas mis angustias y pesares,
y del estrés dominante.
Pero pesa tanto, que a ratos la suelto, rendido en la faena de la vida.
Busco la llave de la felicidad,
y como todo hombre, la tengo entre las manos,
pero no la veo.
Me roza la espalda y ni la siento.
La felicidad está en las cosas cotidianas.
No está escondida en grandes baúles;
ni en un secreto arcano.
Ni siquiera llave grande necesita.
La felicidad está en lo cotidiano de la vida:
En ese sol que alumbra, en esas aves que vuelan,
en esos niños que ríen o en tu casa con tu familia.
No busques grandes llaves para su puerta abrirla,
¡Mira, su cara a tus espaldas, cómo brilla!
Al final del túnel, siempre hay un cielo que ilumina.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario