La muerte clava a sus naranjas
su estocada letal;
le exprime el zumo
agrio.
Con sus huesos
macizos camina
indemne, impune
y sigilosa.
La luna lo observa
absorta
escondida tras los
ramajes.
Le angustia sus
brillantes ropajes.
Abre su boca afilada,
quiere beber sangre
humana.
Reemplazar su víctima
naranja.
Reza sus últimas
letanías
con su cuervo
cómplice en el hombro.
Maquina
en su mesa
hambrienta,
el exterminio del
hombre
de la faz de la tierra.
Desfigura la cara humana
que
se deshace como cera...
Esboza
entonces su sonrisa macabra,
se lleva en sus vestidos
conejos, girasoles y
hombres.
Ahora su cráneo descansa,
toca sus flautas
luego de almorzar
especies muertas.
Se
recrea en conciertos de rock
con su
guitarra negra
de
triunfo.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados/copyright ©
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