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Busco peces con plumas doradas comprometidas, peces con zapatos de tierra... Este poema lo podéis seguir leyendo en las plataformas que siem...

martes, 9 de julio de 2019

inspiración 149 imagen 2 EL ÚLTIMO OTOÑO DE MI MADRE (PROSA)




EL OTOÑO DE MI MADRE (PROSA)


EL OTOÑO DE MI MADRE (PROSA)
Llegaron las notas melancólicas del otoño a las calles de mi ciudad adorada,
llegaron con sus mil mantos de lluvia trayendo sus gotas húmedas de inmensa melancolía,
Yo amo el otoño, pero este año ha venido cargado de aguaceros de tristeza, presagiando quizás la muerte de mi madre, que yace convaleciente en un rincón de la casa.

Abro las ventanas de su cuarto para que tome aire fresco y al ver las hojas amarillas fúnebres caer, siento una punzada sangrante en mi alma y medito acongojada: "mi madre se irá ligera como las hojas de este otoño, ya la vida no le alcanza y estoy segura que si se va, mi ser llorará en mil aguaceros de pena"

Estas calles otoñales en copiosas lluvias me estrujan el alma de dolor.
Mi madre poco a poco se acaba como vela, ¡Y yo sin poder hacer nada!
Solo sigo el paso de la vida monótona sin resistirme, como esta lluvia de melancolía callada.

No me gusta verla sufrir, el doctor dice que son sus últimos días y por ello no me despego de ella, estoy muy presta a cada uno de sus órdenes, pedidos y antojos de alimentos (Me pide muchos gustos los que  procuro satisfacer con agrado y paciencia)

Otoño sigue lloviendo afuera y en mi alma también llueve al lado de mi augusta madre,
ahora me ha pedido que le lea un pasaje de la biblia, ese que dice : No temáis en la casa de mi padre muchas moradas hay ; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros, de Juan 14:2  y luego que he terminado, su rostro triste se ha iluminado en sol de alegría y esperanza y me ha contagiado su gozo  y a mi mente han venido esas lamparillas que alumbran las calles afuera. Esas lamparillas que hablan de esperanza en la vida eterna, y nos hemos consolado ambas de la pena y nos fundimos en un abrazo profundo que trasciende esta vida.

Luego a las  once de la noche me ha dicho: -Hija llama al cura, ya siento que me muero - y  corriendo he salido, tomé un taxi y le he traído al cura a su lecho para que le dé los santos óleos, ha comulgado piadosamente, su alma entró en calma interior.
Después le agradecí al cura y le di una propina y lo lleve a su iglesia.

Al regresar encontré a mi madre dormida, como sedada, entonces le he pedido perdón de mis faltas de niña, adolescente y adulta y le he prometido luchar por la vida como ella siempre renovada y valiente, luego, llamé a mis hermanos y padre para que se despidieran de ella. Uno a uno se encerraron con ella en privado, y afuera otoño seguía lloviendo en llanto al igual que mi ser.

Luego de que mi padre y hermanos se retiraron, cerré la puerta de su habitación la arropé bien, le hice la señal de la cruz en su frente y le di un beso en su mejilla, mi corazón presentía su despedida de esta vida y latía triste en su crucificada hora.
Luego, coloqué un colchón a su lado y me dispuse a dormir
y a las doce emitió un grito exhalando su último aliento yo la cogí de la mano para que se vaya tranquila y allí feneció en paz.

Han pasado treinta años desde que ella partió y  estos otoños largos de lluvias imparables me recuerdan su lucha, su brega en su lecho de enferma, y quiero quebrarme de dolor, pero al ver las lámparas de la calle que ilumina este otoño frío, recuerdo esos versículos de la biblia que siempre me pedía que le leyera:  : “No temáis en la casa de mi padre muchas moradas hay ; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” y me tranquilizo y alegro y tomo alieno para seguir esta vida sin sus rosas de compañía y prometo a su alma, a su nombre, ser mejor persona cada día.


Autora: Edih Elvira Coqlui Rojas-Perú-Derechos Reservados

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