De pronto...
mi cuerpo se desprendió de mi alma,
y empecé a ascender al cielo,
¡Una fuerza extraña me llevaba!
Mi cuerpo, levitaba,
y como mariposa volaba,
cada vez más, alto más alto.
Vi,
que las nubes se despejaban,
dejándome
ver el rostro del blanco paraíso.
Allí vi ángeles trabajando:
Unos
estaban pesando en balanzas, muchas rosas,
y
otros pesando piedras de males.
Vi
allí muchas personas que conocía de antaño:
Me
reconocieron, vienen me abrazan.
Pero
ya no son cuerpo, ahora son almas luminosas.
Al fondo veo a una señora sonriente
¡Es
mi madre no lo puedo creer!
¡Madre
santa al fin te vuelvo a ver!
Yo
me lanzo a abrazarla, a besarle las manos.
Ella,
me abraza sonriendo de felicidad.
¡Oh cielos
Cuánta
bondad regalas en tu luminosidad!
Qué
bueno, volver a ver a mi familia antigua que dejé.
Ahora veo aquí mucha gente
que
en su vida hizo el bien, disfrutando a plenitud.
Qué maravilla ver este nuevo mundo,
aquí
no hay penas, ni enfermedad.
Aquí,
todo es felicidad.
Al fondo veo un trono
irradiado
por una luz fulgurante.
Me
acerco temblorosa:
¡Es
Jesús el hijo de Dios!
Tiene
un cetro de oro y muestra un rostro de paz y dignidad.
Me
acerco, y el corazón parece que va a explotar.
Temblorosa
y nerviosa a su presencia voy.
El
me dice:
Hija
mía
yo
te acojo hoy.
Pasaste
la terrible prueba de la vida
con
lazos de bondad y de bien.
Ahora
descanso mereces eterno junto a mí.
Yo no lo podía creer,
el
hijo de Dios hablando a este polvo de mujer.
Emocionada,
viendo a Jesús,
me
postré a sus pies,
y
en su regazo tierno, lloré...
El
mis cabellos con sus manos suaves, acarició.
Todas
las lágrimas que derramé en la tierra en este instante
se
secaron.
¡Sentí
tanta paz!
Maravillosa morada de gran esplendor,
cielo
celeste,
que
el mundo no conoció.
¡Qué
grandes maravillas reservas tú en tu balcón.
Para
el hombre recto y que vive su fe con valor.
Autora:
Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-derechos reservados
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