Vuelan mariposas de mi corazón.
Quise que volaran de sus arterias: ratones o quizá marmotas,
pero solo vuelan mariposas,
no lo puedo evitar.
Vuelan mariposas azules
del fondo de mi alma.
Yo no puedo odiar para siempre
y acabo por perdonar y perdonar.
Y no me arrepiento
solo mariposas
de mi corazón quiero ver volar.
Trato de ser mas noble en mi casa y fuera de ella.
A las cadenas de mal hay que ponerle un bozal.
Ofrecer rosas
aunque la espina nos rodee.
Mariposas, ¡lluevan mariposas del perdón!
Esta, amigos, hermanos,
es la única fórmula que he encontrado
para un mundo mas humano y pacificado.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
Cuadro de Beth Conklin (imagen de la red)
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