Prendía la mañana, su pecho celestial,
en su voz desvelada susurraba cantares,
con sus ojos de niña, sonreía a los mares,
levantaba a las plantas, con su magia especial.
Las aves elevaban su vuelo de cristal,
veneraban al día con sus finos altares,
y el sol aparecía con sus bellos collares
La mañana preciosa, sin cicatriz de mal.
La gente recibía sus besos luminosos,
y avivaba sus ansias de trabajo en el campo,
¡Iban a laborar, inspirados, contentos!
La mañana risueña, de vestidos garbosos,
irradiaba vigor con su brilloso lampo;
proyectaba un paisaje, salido de los cuentos.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados/safe creative
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