Padre,
eres un sol con luz resplandeciente,
océano de consejos interminables;
con lampo brillas en el momento justo.
De niña,
escuchabas hasta mis murmullos.
Prendida de tu mano
emprendí decidida el camino de la vida.
¡Me enseñaste que el valiente
nunca retrocede!
Tu espuma inunda la casa,
florea tu presencia como nardo.
Tu venerable tez y tus pasos cansados
reflejan
la ferviente entrega por tus hijos:
Árbol inmolado.
Brille tu presencia siempre
en nuestra hogar,
¡Oh, padre santo!
Alumbren las sonrisas
y apaguen todo llanto.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
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