Las dagas del dolor
hoy atraviesan mis médulas y arterias,
¡Las cortan sin piedad!
De cuarteadas nostalgias se pintan mis muros,
¡Mis alas algodonadas ya no se levantan!
Fenecen mis auras luminosas;
se pagaron mis dulces cánticos celestiales.
Sumida en el dolor,
recito letanías de lágrimas,
duermo en los brazos de la melancolía.
Almuerzo pena crujiente,
¡Soledad de cemento!
Mi cielo de estrellas
apagó su resplandor.
Rodó de mi cabeza, la brillante aureola.
Me volví humana entonces:
mis alas se tornaron negras,
mi vestidos se rasgaron;
entendí la miseria humana.
El cochero del dolor hizo su estancia
en mis praderas;
un agujero sin fondo en mi alma,
¡Y cómo calan sus espadas!
Me siento paloma
sin nido,
desterrada, con las alas destrozadas,
¡Y cómo sufro en mi averno!
Mi corazón,
es pajar sin pajarillos,
mariposa con alas devastadas,
¡Ya no sueña, ni habla!
Me hundo en el ciénago,
¡Sálvenme por favor!
¡Necesito una tabla de salvación!
Un ángel, resucitador de sueños.
Una nueva ilusión,
que tire sus cuerdas,
al pozo de mi desesperación.
Oigo una voz divina que me susurra alentadora:
Descansa mi ángel de alas blancas,
¡Pobre paloma abandonada,
con las alas deshuciadas!
¡Resurgiré, mi redentor, resurgiré!
Del polvo me levantaré.
En nuevas alas resucitadoras fulgurantes,
mis nidos de sueños hallarán nuevas fuentes.
Resucitaré gloriosa
de los valles del dolor y de la muerte;
ángel de vida, seré nuevamente.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
(Prohibida su copia total o parcial)
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